miércoles, 1 de febrero de 2017

Capítulo 1.

Capítulo 1.

El espectro de las memorias.

La tarde comenzó a tornarse  oscura, la caída de la noche se volvió inminente. Los sonidos de una noche de silencio empezaban a maquinar juegos y trampas en la mente del señor Ferguson. Éste, apenas despertó, pudo percatarse que se hallaba atado de manos y pies, amordazado y con un agudo dolor de cabeza debido a una contusióny dejándole tendido en el suelo. No podía distinguir nada a su alrededor a excepción del tic-tac de un viejo reloj a lo lejos. Los latidos de su corazón comenzaron a ir más rápido y fuerte, la intriga y confusión sobre el porqué se encontraba en aquel lugar empezaban a ganar un territorio oscuro y tergiversado en su mente, no conseguía recordar nada. 
-Piensa mal y acertaras- Se dijo a si mismo. 
La larga experiencia del retirado detective de homicidios no se equivocaban en esta ocasión, esto no pintaba del todo bien... para nada bien. No lograba recordar si quiera algo de lo sucedido, algún detalle, un indicio que lo relacionase en la precaria y a su vez torcida situación en la que ahora se hallaba. La desesperación empezó a hacer estragos en cada parte de su mente, las sombras se impregnaron en su ropa, la delicada caricia de la oscuridad lo arrullaba en medio de una noche melancólica. Y ese tic-tac que se oía a lo lejos le taladraba los oídos a cada segundo que transcurría... lo volvía loco. 
-Mantente alerta -pensó en más de una ocasióntal vez él esta aquí-. 
Pero, ¿A quién se refería exactamente el detective al afirmar qué allí estaba alguien?
Así como los rayos de tormenta en la noche iluminan todo a su alrededor cuando caen, un recuerdo de muchos ayeres vino a caer sobre la mente del detective Ferguson, iluminando, por un instante, la enigmática situación en la que se hallaba. Un recuerdo convertido en persona. Alguien a quien creía haber enterrado muchos años atrás, pero al que negó, en un sin fin de ocasiones, no tenerle miedo. Obviamente era mentira.
La paranoia comenzó a surgir en lo más profundo de su mente. Un antiguo enemigo había regresado. 
-Seguro que esta aquí, debe de estar mirándome desde la otra esquina, o puede estar enfrente mío o detrás de mi, puede estar en todas partes -se dijo para si mismo.
- ¡Maldito seas hijo de puta! ¡te encontrare y vendré a por ti y te haré pagar, mal nacido!. 
El detective gritó tan fuerte como pudo pero un nudo en la garganta hizo que su grito quedara ahogado en la nada, se hacia presa del miedo a cada segundo, a cada gota de sudor transpirada por la adrenalinaEl eco de su voz resonó por toda la habitación; cualquier persona en aquel lugar debió de oírle... si es que había alguna en aquel sitio. El viejo detective sudaba frío, las emociones de aquella magnitud aunadas a la desesperación y miedo se convertían en letales, el miedo le jugaba trampas en la oscuridad, sombras moviéndose de un lado para otro, ruidos inexistentes que escuchaba a lo lejos; pero en su interior el sabia que no todo eran trucos mentales, pues en aquella profunda oscuridad como boca de lobo se hallaba un horror que alguna vez tuvo un nombre pero con el paso de los años se perdió, algunos le llamaban la "muerte súbita". 
La hora del detective se hallaba cerca, no muy lejos. Ta no había escapatoria, una vez atrapado por él no había marcha atrás. 
Y en su incontenible desesperación y miedo por salir de aquel lugar alcanzó a escuchar una voz que no parecía ser fruto de su momentánea locura, una voz serena pero cargada de odio y venganza, una voz que pronunció unas palabras que los rumores decían serian las ultimas palabras puestas en tus oídos, pronunciadas  por el que se creía había regresado del otro mundo. Pero lo inverosímil es que él nunca estuvo muerto, sólo había estado quieto y callado, esperando, maquinando su venganza contra aquellos que le arrebataron todo y no le dejaron ni su dignidad. 
-La oscuridad es hermosa, detective. Te permite ver sin ser visto, puedes moverte libremente y nadie sabrá que estas ahí, la oscuridad revela la verdadera personalidad de quién habita en ella. Te muestra en verdad quién y qué tan fuerte eres, ¿Sabe algo detective Ferguson? Después de observarle ahí atado desde algún tiempo, he concluido que no es usted quien dice ser –dando una risa socarrona. 
-No, detective. Usted no es quien cree que es-. 
El detective escucho el ruido de los pasos de una persona que se aproximaba a él. Pasos tranquilos, sin ninguna prisa. 
El miedo lo consumía, lo abrazaba, era uno consigo mismo. De pronto, unas manos grandes y tan heladas como las de un muerto le tocaron  la cabeza acariciándole su escaso cabello, limpiando su precario sudor. El terror le paralizo por completo. La fuerza de su asesino le levanto en un solo movimiento de los hombros, colgándolo en un gancho alto que el detective no conseguía tocar el suelo con la punta de sus pies. La luz de una luna llena que se colaba a través de una pequeña ventana situada en el techo le ilumino la cara del detective quien presento una piel extremadamente pálida debido al miedo. El  viejo detective comenzó a soltar un lloriqueo como el de un niño, acompañado de una suplica por su vida. 
-Por favor no me mates, podemos arreglar esta situación, pero no me mates, tengo una familia, haré lo que tu quieras, te daré dinero si es lo que buscas, pero no me mates, apiádate de mi, yo solo seguía ordenes- dijo Ferguson esperando que su asesino tuviese un mínimo de piedad, . 
-El tiempo de tu vida se te ha agotado, tu no tuviste piedad de mi, ¿porqué debo de  tener piedad de ti ahora?
La enigmática figura pronuncio sus palabras tranquilo y confiado, tomándose su tiempo entre palabras. No existía prisa aparente para el asesino de Ferguson, todo estaba calculado.
-Pero esto no terminará tan rápido, detective. Tú, mejor que nadie, sabe lo que te aguarda a continuación. Ya lo has visto con antelación, en tus viejos camaradas, aquellos a quienes solías llamar "amigos", aquellos con quienes disfrutabas el sufrimiento de la gente que no podía siquiera defenderse. No mi querido y viejo amigo, esto no terminará pronto-.
Dicho esto, se hizo un silencio espeso e incómodo. Ferguson, por un segundo, quedo desconcertado con la situación, ¿dónde se había metido su asesino?
Pero no duro mucho esta momentánea pausa, aquel fantasma volvió a hacer una interrogante a Ferguson.
-¿Lo recuerdas Ferguson. Recuerdas la cara de mi hija cuando tu, y tus asquerosos amigos, la violaban una y otra y otra vez? 
El detective lo recordaba. De eso muchos años han transcurrido, pero lo recordaba; recordaba las suplicas de una madre implorando que dejasen a su hija, que mejor la tomasen a ella pero que a su hija la dejaran en paz.
Las lágrimas comenzaron a rodar una pálida y arrugada piel. Pero no hubo mucho tiempo para lamentarse.
Ya no más...